6. LA BIBLIA, PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL DE UN
PUEBLO
Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)
1. ¿Qué sabes sobre los aspectos literarios de la Biblia?
2. ¿Conoces algo del contexto histórico de la Biblia? ¿Qué cosas?
Ahora sí, entremos en materia…
Hemos tomado en nuestras manos el libro de la Biblia, ¿y por qué precisamente este libro?
Hay muchos libros famosos que han sido y son objeto de estudio. Sus ediciones se han multiplicado copiosamente, pero con seguridad podemos afirmar que ninguno de ellos ha sido tan estudiado, ni ha tenido tantas ediciones, ni ha sido traducido a tantas lenguas, como el libro de la
Biblia.
Las causas que motivan la difusión de un libro o de un autor pueden ser varias: su gran valor literario (Romero, Cervantes, Shakespeare...); su vinculación a una determinada nación o raza, lo que hace que sea considerado como el libro fundacional de un pueblo o de una cultura (el Mahabharata y Ramayana, la Ilíada, la Eneida...) o de una religión (los Vedas, el Avesta, el Corán...). Pues bien, algo de todo esto tiene también la Biblia.
1. VALOR LITERARIO
Veíamos en la lección anterior que la Biblia es la colección de muchos libros; estos libros, de épocas y autores distintos, tienen también un diverso valor literario; pero en su conjunto debemos considerar la como obra de valor universal. "Entre los muchos puntos de vista desde los que se puede enfocar el estudio de la Biblia destaca, por su preeminencia, el literario.
La Biblia es, ante todo, una muestra de la literatura universal. Por lo que hace a la forma, la prosa hebrea manifiesta notable perfección... Maravillosos son el ritmo de toda la prosa bíblica y la maestría con que las frases se concatenan. La narración fluye serena y límpidamente en cualquiera de los escritos, y el autor hebreo sabe unir con valentía suprema la concisión sentenciosa con la máxima transparencia... Más adelante veremos también en el estilo poético esas mismas brillantes calidades, unidas a una riqueza prodigiosa de imágenes, esculpidas con certero cincel y de efectos maravillosos. Este valor literario se ha manifestado en cuanto que muchos de los escritos bíblicos se han convertido en modélicos para las literaturas posteriores. Baste recordar algunos:
- El Pentateuco: En él encontramos los bellos cuadros del Yavista, llenos de simbolismos y frescura descriptiva; narraciones emocionantes, como la historia de José; discursos solemnes, como los del Deuteronomio, y algunos poemas, como el “Cántico de Moisés”, que han servido de inspiración a poetas posteriores.
-Los salmos: El salterio hebreo se ha perpetuado en la liturgia cristiana. En los salmos puede encontrar cualquier espíritu religioso un amplio formulario para expresar sus sentimientos de alabanza, de acción de gracias, de súplica, de arrepentimiento.
- El Cantar de los Cantares: Un breve libro de encendido lirismo, que ha servido también de inspiración en muchas literaturas, particularmente en la española; baste recordar a nuestros místicos: San Juan de la Cruz, etc.
- El libro de Job: Destaca en él la robustez de expresión, conjugando la valentía de la imaginación con el desgarramiento del sentimiento. Job es uno de los prototipos de la literatura universal.
- Isaías: El más significativo de los profetas: unas veces con la brillante agresividad de sus denuncias, y otras con el reconfortante consuelo de sus visiones del porvenir.
-Jeremías: Orador y poeta. La profundidad de su sentimiento le ha convertido también en el poeta por antonomasia del dolor y de la melancolía.
Los libros de la Biblia han sido estudiados, sobre todo, por su carácter religioso; un estudio sistemático de su valor literario es más bien reciente. Fuera de algunas tentativas aisladas en los siglos anteriores, el estudio de la Biblia como literatura es iniciativa de la última parte del siglo XIX y, sobre todo, del siglo en que estamos.
2. LIBRO FUNDACIONAL
La Biblia es también el libro generacional de un pueblo y de una religión. Efectivamente, a lo largo del Pentateuco y de los libros históricos se nos informa sobre el origen, desarrollo y vicisitudes del pueblo hebreo; e igualmente se registra en él la alianza que Dios hace con ese pueblo predilecto, y el diálogo de rechazo y perdón originado por sus frecuentes infidelidades.
Para percatarse de ello vamos a echar un vistazo al marco histórico y geográfico dentro del que nace y se desarrolla la Biblia.
a. MARCO HISTÓRICO
Este marco histórico podemos ajustarlo en dos sentidos: Marco histórico de los acontecimientos narrados y marco histórico de la composición de los libros.
1) Marco histórico de los acontecimientos narrados
Este marco es tan amplio como la misma historia de la humanidad. El libro del Génesis se abre con el acontecimiento de la creación. Sin embargo, esa visión de la historia de la humanidad es muy esquemática, hasta que en el c. 11 se inicia con Abraham la historia del pueblo elegido, el pueblo hebreo, que recibirá también el nombre de pueblo de Israel, pueblo judío.
Abraham vivió probablemente hacia el s. XIX a.C., y es él el primer hebreo en asentarse en la tierra de Palestina, tierra que Yahvé le prometió para sus descendientes. Tras él están los grandes patriarcas: Isaac, Jacob, José: en su tiempo (s. XVIII a.C.) bajaron los israelitas a Egipto, donde permanecen hasta los tiempos de Moisés, el gran caudillo y legislador quien a través del éxodo (s. XIII a.C.) les lleva de nuevo a Palestina, la tierra prometida, al mismo tiempo que establece con la Alianza las bases del culto a Yahvé, el Dios de Israel.
Tras el período de los Jueces o asentamiento en el territorio (s. XIII-XI a.C.), viene el de la monarquía, primero unida (s. X a.C.) pero pronto dividida: Judá (reino del sur) e Israel (reino del norte) (s. X-VI a.C.). Primero Israel, bajo Asiria (722 a.C.), y después Judá, bajo Babilonia (587 a.C.), son ocupados y deportados. El persa Ciro permite el regreso de los desterrados, quienes rehacen la vida social y religiosa (s. VI-IV).
Nueva dominación, ahora helenística con Alejandro y sucesores (s. IV-II). Un período de independencia con la dinastía asmonea (s. II-I a.C.), para caer, por fin, bajo la dominación romana
(s. I a.C. - I d.C.).
El marco histórico de la Biblia se extiende, pues, desde Abraham (s. XVIII a.C.) hasta finales del s. I de la era cristiana.
2) Marco histórico de la composición de los libros
Este marco es naturalmente más reducido, ya que los escritores no acompañaron a los acontecimientos desde el principio. Antes de los documentos escritos están las tradiciones orales: época patriarcal (s. XVII-XIV a.C.), de Moisés (s. XIII a.C.), de la confederación (s. XIII-XI a.C.).
Los escritos comenzarían en tiempos de David-Salomón (s. X a.C.), acaso con algunos capítulos del segundo libro de Samuel. La mayoría de los libros del AT son de redacción muy posterior, muchos de ellos de la época del postexilio. La reflexión que acompañó al exilio y postexilio provocó una intensa búsqueda de identidad, dando forma definitiva a muchos libros.
Tanto en el AT como en el NT, podemos decir que muchos libros experimentan este triple proceso: tradiciones orales, fragmentos escritos, y redacción definitiva. Unas veces el nombre del autor del libro corresponde al redactor último (por ej. los evangelistas Marcos, Lucas); otras veces corresponde al iniciador (por ej. Isaías), siendo después completado el libro por discípulos o redactores posteriores, que dejaron el libro en el estado actual. El NT fue escrito en la segunda mitad del s. I d.C. Consiguientemente el marco cronológico para la composición de los libros de la Biblia se extiende a lo largo de 1.100 años: s. X a.C. - s. I d.C.
b. MARCO GEOGRÁFICO
El núcleo geográfico del mundo bíblico sabemos que es Palestina; allí se desarrolla la historia del mundo bíblico con ligeras excepciones. Esas excepciones son: - Estancia de los israelitas en Egipto (s. XVII-XIII a.C.) - Deportaciones a Asiria y Babilonia (s. VIII y VI a.C.) - Múltiple diáspora, particularmente en Egipto (Alejandría).
- Dentro ya de la era cristiana, expansión del cristianismo por todo el imperio romano. Palestina fue una tierra de paso; cuando se desequilibraban las relaciones entre el norte (Mesopotamia) y el sur (Egipto) lo acusaba necesariamente Palestina. Su situación geográfica ha sido, pues, un determinante de su historia; lo que explica la gran diáspora judía.
Esta zona de Palestina, como otras muchas regiones, no disfrutó por mucho tiempo seguido de una unidad política, por lo que es difícil establecer unos límites precisos. En términos generales podríamos decir que limita al Norte con Siria y las estribaciones del Líbano, al Sur con el antiguo Edom y el desierto del Negueb, al Oeste con el mar Mediterráneo y al Este con la región montañosa del otro lado del Jordán. En total, una extensión de unos 25.000 Km. El terreno es muy variado, pudiendo distinguir en él cuatro zonas principales: la zona costera mediterránea, la región montañosa Palestina, la depresión del Jordán y la región montañosa de la Transjordania.
Tampoco el territorio ha tenido una denominación uniforme. El nombre usual de Palestina es el que le daban los marinos y comerciantes griegos hacia el s. V a.C.: “Palaestine” o tierra de los “palaistinoi” = filisteos; sin embargo, nunca tuvo ese nombre como oficial; a no ser que tomemos como tal el que le dieron los romanos desde el año 135 d.C.: “Syria Palaestina”. Con anterioridad los romanos la designaban “Judaea”. En tiempos de la monarquía los dos reinos divididos tuvieron los nombres de Israel (norte) y Judá (sur). Más antiguamente, antes de la ocupación israelita, su nombre fue Canaán. Son varios los nombres con que designamos a este pueblo:
-Hebreos: así es llamado Abram en Gn 14, 13; sin duda por ser descendiente de Heber (Gn 11,15.26). Término más amplio que el siguiente; esto explica que en 1S 14,21 se diga: "los hebreos... se pasaron a los israelitas".
- Israelitas: de Israel, el nombre que recibe el patriarca Jacob (Gn 32,28; 35,10). Así son designados desde los tiempos de Egipto, alternando con el nombre de hebreos (Ex 1,1.15). En documentos extrabíblicos aparece también el nombre ya en el s. XII a.C. en una columna del faraón Merneftah.
- Judíos: descendientes de Judá, hijo de Jacob; perteneciente al reino del sur: Judá.
Después de la cautividad comienza a usarse en vez de israelita; expresión usada sobre todo por los no-judíos; a veces con sentido negativo.
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