jueves, 26 de mayo de 2011

OCTAVO ENCUENTRO CON LA PALABRA


8. INSPIRACIÓN

Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)
1.   ¿Qué entiendes por inspiración?
2.   ¿Cuándo se dice que alguien está inspirado?



Ahora sí, entremos en materia…

INSPIRACIÓN

Hemos dicho: "les ha inspirado"; con esto hemos pronunciado la palabra con la que se suele designar esta autoría o presencia de Dios en los libros sagrados. La palabra la encontramos ya en la misma Escritura: "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar..." (2 Tm 3, 16).

Equivalentemente se expresa la Segunda carta de Pedro: “Nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios” (2 P 1, 21). Nuestra palabra “inspiración” se deriva del latín “inspirare”, que significa “soplar”; y es traducción del término griego empleado por Pablo “theo-pneustos” = “soplado por Dios”. La imagen meteorológica nos sugiere la acción del Espíritu que alienta en la palabra escrita por los hagiógrafos. Con anterioridad, Platón había dedicado uno de sus “Diálogos”, a disertar sobre la inspiración poética, que él concebía precisamente como un “entusiasmo”, es decir, un “endiosamiento”, un estar poseído por el numen divino.
 
¿Qué alcance tiene esta inspiración por parte de Dios? Es algo que nos resulta difícil precisar. Desde luego, tenemos que evitar los extremos: ni se trata de un dictado por parte de Dios, ni tampoco es el simple Visto Bueno que ha dado después la Iglesia a estos libros.

La inspiración está en el origen mismo del lenguaje, es decir, de la actividad del hagiógrafo. La inspiración se encuentra, pues, en el autor humano, y se encuentra también en el escrito, ya que la inspiración de los autores está en función de la obra: esa palabra de Dios “que es viva y eficaz, más cortante que espada de dos filos” (Hb 4, 12). “La moción del Espíritu, debajo de ella la obra de lenguaje del hagiógrafo, ponen en acto la revelación” (Schökel).

Esta obra del hagiógrafo no siempre ha sido meramente individual, sino que muchas veces ha tenido un signo social; de ahí que haya que hablar del carácter “sucesivo y dinámico” de la inspiración, ya que muchos libros se fueron gestando a lo largo de siglos hasta su redacción definitiva; naturalmente, en el entretanto el Espíritu Santo no se estuvo cruzado de brazos: “Los libros bíblicos han crecido orgánicamente con la vida del pueblo, y el Espíritu Santo no ha mirado indiferente este crecimiento, sino que él mismo lo ha movido con su soplo misterioso y eficaz” (Schökel).

Esta relación Dios-hombre en la autoría de la Biblia viene a ser la misma que se da en la Encarnación entre ambas naturalezas: Dios está presente en el hombre; a través de la naturaleza humana de Jesús se manifiesta su naturaleza divina, aunque a veces resulte difícil vislumbrarla.

En la Escritura, la palabra del hombre es el vehículo que nos trasmite la palabra de Dios, y, a veces también, esa palabra del hombre puede resultarnos tan humana que aparezca velado el mensaje de Dios.

¿Qué sentido tiene para el cristiano la inspiración del AT? "Históricamente la expresión “palabra de Dios” comienza a tener el sentido que le damos dentro del cristianismo en el momento en que podemos decir que “Dios nos habló” -en sentido propio- a través de Aquel que es su palabra... Ante esta “locución divina” definitiva todas las anteriores palabras no son más que aproximaciones o balbuceos... Tomando todos los libros del AT en conjunto, la Iglesia prácticamente los escribió de nuevo al incorporarlos a la predicación evangélica. De esta forma les dio una interpretación nueva y casi un sentido tan original que los judíos `hasta el día de hoy, cuando se lee la ley de Moisés, tienen un velo sobre su corazón' (2 Co 3, 15). Los judíos no comprenden la lectura que nosotros hacemos del AT, sencillamente porque nosotros hemos fijado su sentido... Cristo hizo desaparecer el velo (2 Co 3, 14)" (F. Lage).

De acuerdo con esta visión del AT, desde la revelación que se manifiesta en el NT, podemos admitir la interpretación que hace Rahner de la inspiración, aunque en ella no aparezca tan clara la acción del Espíritu sobre el hagiógrafo: Dios quiere a la Iglesia primitiva como fuente y norma de la fe de los tiempos posteriores; esto está exigiendo la fijación por escrito de esa convicción de fe. Estos escritos, por consiguiente, son queridos por Dios de manera absoluta, en cuanto objetivación de la fe apostólica, normativa para todos los tiempos. El hecho de que Dios quiera esos escritos es lo que le constituye en autor real de los mismos.

viernes, 6 de mayo de 2011

SÉPTIMO ENCUENTRO CON LA PALABRA


7. ¿QUIÉN ESCRIBIÓ LA BIBLIA?


Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)
1.   ¿Quién es el autor o autores de la Biblia?
2.   ¿Qué es inspiración?
3.   ¿Por qué es la Biblia un libro religioso?

Ahora sí, entremos en materia…

1. LA BIBLIA, LIBRO RELIGIOSO
En la lección anterior justificábamos el tener el libro de la Biblia en nuestras manos por ser un libro de gran valor literario y también porque era el libro fundacional o generacional de un pueblo. Realmente ¿continuamos teniéndolo únicamente por esos dos motivos? O ¿existe algún motivo más profundo? Apuntábamos ya, que era también el libro fundacional de una religión: del judaísmo, primero, y del cristianismo, después.
Sin duda que éste es el motivo principal que nos lleva a este encuentro con la Biblia; la Biblia es nuestro libro religioso, el libro del cristiano.
Es un libro religioso porque nos cuenta la religiosidad de un pueblo, las relaciones mantenidas por un pueblo con su Dios a lo largo de muchos siglos. Y es también un libro religioso porque nos descubre igualmente las relaciones de Dios con su pueblo. El Dios de la Biblia no es  un Dios mudo; es un Dios que habla, que se comunica con su pueblo. Es precisamente este segundo aspecto el que nos interesa: la Biblia no sólo nos cuenta la religiosidad de un pueblo, cosa que podríamos encontrar en otros libros; sobre todo es un libro en el que descubrimos la presencia de Dios que se comunica con su pueblo.

2. AUTORES DE LA BIBLIA
En la Constitución "Dei Verbum" del Vaticano II se afirma la doble paternidad de los libros sagrados: "En la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que, obrando él en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que él quería" (DV 11).
Se trata, pues, de libros con una doble paternidad. Son libros escritos por hombres, sobre los que el Espíritu de Dios estuvo ejerciendo una acción especial, de tal forma que también a él debemos atribuirle estos libros. El hombre tampoco será un simple instrumento en las manos de Dios. Dios como que toma al hombre a su servicio, pero dejándole ser él mismo. Naturalmente, no es necesario que el hombre se dé cuenta de esta presencia y actuación de Dios, lo mismo que el Espíritu actúa constantemente en nosotros de tantas formas silenciosas e inefables.

a.   El hombre, autor de la Biblia
Hemos dicho ya que los libros de la Biblia son muchos y que fueron escritos en épocas muy distintas; si leemos pasajes de libros diversos, enseguida caemos en la cuenta de que el estilo en que están escritos y la mentalidad que reflejan difieren entre sí notablemente. Esto nos lleva a la conclusión de que los hagiógrafos, es decir, los autores de estos libros sagrados, son ellos auténticos responsables de lo que escribieron. Lo hicieron de acuerdo con su ambiente, con su mentalidad, con su ingenio, con su capacidad. En cada uno de esos libros tenemos la impronta del autor o autores que intervinieron en su composición. La introducción de Lucas a su evangelio es un claro indicio de la tarea y responsabilidad de auténtico autor, que indaga, se informa y busca el dato exacto.
Algunos libros se atribuyen a personas concretas, aunque en cada caso habrá que estudiar su paternidad. En otros casos habrá que contar más con el carácter social que personal de esa autoría: son producto de tradiciones que el pueblo judío o la comunidad cristiana han ido transmitiendo hasta encontrar la pluma del redactor definitivo que nos ha ofrecido el libro tal como ahora lo tenemos.

b.  Dios, autor de la Biblia
Esta atribución la encontramos consignada en los mismos libros sagrados, ya en el AT; esto es particularmente manifiesto en los libros de los profetas, en los que continuamente se nos está proclamando: “Oráculo del Señor”; ello expresa la conciencia de que el mensaje transmitido no era de elaboración personal, sino de origen divino.
En el NT repetidamente nos encontramos en los evangelios con el estribillo: "para que se cumpliera la Escritura"; lo que hace suponer que si esa Escritura se tenía que cumplir, lo sería no por ser simple palabra humana, sino por ser palabra de Dios. En los discursos de los Hechos los apóstoles acuden a la Escritura para confirmar su predicación; sabían que el auditorio que les escuchaba creía que en esa Escritura estaba la voz de Dios. Una voz de Dios que se haría definitiva en el Hijo: "Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo" (Hb 1, 1-2).
Pero si Dios es el autor de la Biblia no lo será en la misma forma en que lo es el autor humano; por eso, el término “autor”, referido a Dios, hay que tomarlo en un sentido analógico.
Según nuestros diccionarios, “autor” es igual a “causa de alguna cosa”. Dios es causa de los libros sagrados, no porque Él los haya escrito, sino porque Él ha sido causa de que el hagiógrafo los escribiese; y, mediante ellos, es causa del plan de salvación contenido en la Escritura. El les ha promovido, les ha asistido, les ha inspirado.

sábado, 16 de abril de 2011

SEXTO ENCUENTRO CON LA PALABRA



6. LA BIBLIA, PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL DE UN
PUEBLO


Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)
1.    ¿Qué sabes sobre los aspectos literarios de la Biblia?
2.    ¿Conoces algo del contexto histórico de la Biblia? ¿Qué cosas?

Ahora sí, entremos en materia…

Hemos tomado en nuestras manos el libro de la Biblia, ¿y por qué precisamente este libro?

Hay muchos libros famosos que han sido y son objeto de estudio. Sus ediciones se han multiplicado copiosamente, pero con seguridad podemos afirmar que ninguno de ellos ha sido tan estudiado, ni ha tenido tantas ediciones, ni ha sido traducido a tantas lenguas, como el libro de la
Biblia.

Las causas que motivan la difusión de un libro o de un autor pueden ser varias: su gran valor literario (Romero, Cervantes, Shakespeare...); su vinculación a una determinada nación o raza, lo que hace que sea considerado como el libro fundacional de un pueblo o de una cultura (el Mahabharata y Ramayana, la Ilíada, la Eneida...) o de una religión (los Vedas, el Avesta, el Corán...). Pues bien, algo de todo esto tiene también la Biblia.


1. VALOR LITERARIO
Veíamos en la lección anterior que la Biblia es la colección de muchos libros; estos libros, de épocas y autores distintos, tienen también un diverso valor literario; pero en su conjunto debemos considerar la como obra de valor universal. "Entre los muchos puntos de vista desde los que se puede enfocar el estudio de la Biblia destaca, por su preeminencia, el literario.

La Biblia es, ante todo, una muestra de la literatura universal. Por lo que hace a la forma, la prosa hebrea manifiesta notable perfección... Maravillosos son el ritmo de toda la prosa bíblica y la maestría con que las frases se concatenan. La narración fluye serena y límpidamente en cualquiera de los escritos, y el autor hebreo sabe unir con valentía suprema la concisión sentenciosa con la máxima transparencia... Más adelante veremos también en el estilo poético esas mismas brillantes calidades, unidas a una riqueza prodigiosa de imágenes, esculpidas con certero cincel y de efectos maravillosos. Este valor literario se ha manifestado en cuanto que muchos de los escritos bíblicos se han convertido en modélicos para las literaturas posteriores. Baste recordar algunos:

- El Pentateuco: En él encontramos los bellos cuadros del Yavista, llenos de simbolismos y frescura descriptiva; narraciones emocionantes, como la historia de José; discursos solemnes, como los del Deuteronomio, y algunos poemas, como el “Cántico de Moisés”, que han servido de inspiración a poetas posteriores.

-Los salmos: El salterio hebreo se ha perpetuado en la liturgia cristiana. En los salmos puede encontrar cualquier espíritu religioso un amplio formulario para expresar sus sentimientos de alabanza, de acción de gracias, de súplica, de arrepentimiento.

- El Cantar de los Cantares: Un breve libro de encendido lirismo, que ha servido también de inspiración en muchas literaturas, particularmente en la española; baste recordar a nuestros místicos: San Juan de la Cruz, etc.

- El libro de Job: Destaca en él la robustez de expresión, conjugando la valentía de la imaginación con el desgarramiento del sentimiento. Job es uno de los prototipos de la literatura universal.

- Isaías: El más significativo de los profetas: unas veces con la brillante agresividad de sus denuncias, y otras con el reconfortante consuelo de sus visiones del porvenir.

-Jeremías: Orador y poeta. La profundidad de su sentimiento le ha convertido también en el poeta por antonomasia del dolor y de la melancolía.

Los libros de la Biblia han sido estudiados, sobre todo, por su carácter religioso; un estudio sistemático de su valor literario es más bien reciente. Fuera de algunas tentativas aisladas en los siglos anteriores, el estudio de la Biblia como literatura es iniciativa de la última parte del siglo XIX y, sobre todo, del siglo en que estamos.


2. LIBRO FUNDACIONAL
La Biblia es también el libro generacional de un pueblo y de una religión. Efectivamente, a lo largo del Pentateuco y de los libros históricos se nos informa sobre el origen, desarrollo y vicisitudes del pueblo hebreo; e igualmente se registra en él la alianza que Dios hace con ese pueblo predilecto, y el diálogo de rechazo y perdón originado por sus frecuentes infidelidades.

Para percatarse de ello vamos a echar un vistazo al marco histórico y geográfico dentro del que nace y se desarrolla la Biblia.


a. MARCO HISTÓRICO

Este marco histórico podemos ajustarlo en dos sentidos: Marco histórico de los acontecimientos narrados y marco histórico de la composición de los libros.


1) Marco histórico de los acontecimientos narrados

Este marco es tan amplio como la misma historia de la humanidad. El libro del Génesis se abre con el acontecimiento de la creación. Sin embargo, esa visión de la historia de la humanidad es muy esquemática, hasta que en el c. 11 se inicia con Abraham la historia del pueblo elegido, el pueblo hebreo, que recibirá también el nombre de pueblo de Israel, pueblo judío.

Abraham vivió probablemente hacia el s. XIX a.C., y es él el primer hebreo en asentarse en la tierra de Palestina, tierra que Yahvé le prometió para sus descendientes. Tras él están los grandes patriarcas: Isaac, Jacob, José: en su tiempo (s. XVIII a.C.) bajaron los israelitas a Egipto, donde permanecen hasta los tiempos de Moisés, el gran caudillo y legislador quien a través del éxodo (s. XIII a.C.) les lleva de nuevo a Palestina, la tierra prometida, al mismo tiempo que establece con la Alianza las bases del culto a Yahvé, el Dios de Israel. 

Tras el período de los Jueces o asentamiento en el territorio (s. XIII-XI a.C.), viene el de la monarquía, primero unida (s. X a.C.) pero pronto dividida: Judá (reino del sur) e Israel (reino del norte) (s. X-VI a.C.). Primero Israel, bajo Asiria (722 a.C.), y después Judá, bajo Babilonia (587 a.C.), son ocupados y deportados. El persa Ciro permite el regreso de los desterrados, quienes rehacen la vida social y religiosa (s. VI-IV). 

Nueva dominación, ahora helenística con Alejandro y sucesores (s. IV-II). Un período de independencia con la dinastía asmonea (s. II-I a.C.), para caer, por fin, bajo la dominación romana
(s. I a.C. - I d.C.).
El marco histórico de la Biblia se extiende, pues, desde Abraham (s. XVIII a.C.) hasta finales del s. I de la era cristiana. 


2) Marco histórico de la composición de los libros

Este marco es naturalmente más reducido, ya que los escritores no acompañaron a los acontecimientos desde el principio. Antes de los documentos escritos están las tradiciones orales: época patriarcal (s. XVII-XIV a.C.), de Moisés (s. XIII a.C.), de la confederación (s. XIII-XI a.C.).

Los escritos comenzarían en tiempos de David-Salomón (s. X a.C.), acaso con algunos capítulos del segundo libro de Samuel. La mayoría de los libros del AT son de redacción muy posterior, muchos de ellos de la época del postexilio. La reflexión que acompañó al exilio y postexilio provocó una intensa búsqueda de identidad, dando forma definitiva a muchos libros.

Tanto en el AT como en el NT, podemos decir que muchos libros experimentan este triple proceso: tradiciones orales, fragmentos escritos, y redacción definitiva. Unas veces el nombre del autor del libro corresponde al redactor último (por ej. los evangelistas Marcos, Lucas); otras veces corresponde al iniciador (por ej. Isaías), siendo después completado el libro por discípulos o redactores posteriores, que dejaron el libro en el estado actual. El NT fue escrito en la segunda mitad del s. I d.C. Consiguientemente el marco cronológico para la composición de los libros de la Biblia se extiende a lo largo de 1.100 años: s. X a.C. - s. I d.C.


b. MARCO GEOGRÁFICO

El núcleo geográfico del mundo bíblico sabemos que es Palestina; allí se desarrolla la historia del mundo bíblico con ligeras excepciones. Esas excepciones son: - Estancia de los israelitas en Egipto (s. XVII-XIII a.C.) - Deportaciones a Asiria y Babilonia (s. VIII y VI a.C.) - Múltiple diáspora, particularmente en Egipto (Alejandría).

- Dentro ya de la era cristiana, expansión del cristianismo por todo el imperio romano. Palestina fue una tierra de paso; cuando se desequilibraban las relaciones entre el norte (Mesopotamia) y el sur (Egipto) lo acusaba necesariamente Palestina. Su situación geográfica ha sido, pues, un determinante de su historia; lo que explica la gran diáspora judía.

Esta zona de Palestina, como otras muchas regiones, no disfrutó por mucho tiempo seguido de una unidad política, por lo que es difícil establecer unos límites precisos. En términos generales podríamos decir que limita al Norte con Siria y las estribaciones del Líbano, al Sur con el antiguo Edom y el desierto del Negueb, al Oeste con el mar Mediterráneo y al Este con la región montañosa del otro lado del Jordán. En total, una extensión de unos 25.000 Km. El terreno es muy variado, pudiendo distinguir en él cuatro zonas principales: la zona costera mediterránea, la región montañosa Palestina, la depresión del Jordán y la región montañosa de la Transjordania.

Tampoco el territorio ha tenido una denominación uniforme. El nombre usual de Palestina es el que le daban los marinos y comerciantes griegos hacia el s. V a.C.: “Palaestine” o tierra de los “palaistinoi” = filisteos; sin embargo, nunca tuvo ese nombre como oficial; a no ser que tomemos como tal el que le dieron los romanos desde el año 135 d.C.: “Syria Palaestina”. Con anterioridad los romanos la designaban “Judaea”. En tiempos de la monarquía los dos reinos divididos tuvieron los nombres de Israel (norte) y Judá (sur). Más antiguamente, antes de la ocupación israelita, su nombre fue Canaán. Son varios los nombres con que designamos a este pueblo:

-Hebreos: así es llamado Abram en Gn 14, 13; sin duda por ser descendiente de Heber (Gn 11,15.26). Término más amplio que el siguiente; esto explica que en 1S 14,21 se diga: "los hebreos... se pasaron a los israelitas".

- Israelitas: de Israel, el nombre que recibe el patriarca Jacob (Gn 32,28; 35,10). Así son designados desde los tiempos de Egipto, alternando con el nombre de hebreos (Ex 1,1.15). En documentos extrabíblicos aparece también el nombre ya en el s. XII a.C. en una columna del faraón Merneftah.

- Judíos: descendientes de Judá, hijo de Jacob; perteneciente al reino del sur: Judá.

Después de la cautividad comienza a usarse en vez de israelita; expresión usada sobre todo por los no-judíos; a veces con sentido negativo.

jueves, 7 de abril de 2011

QUINTO ENCUENTRO CON LA PALABRA





5. LAS CITAS BÍBLICAS





Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)
1.   ¿Qué es y para qué sirve citar?
2.   ¿Por qué es importante saber citar la Biblia?


Ahora sí, entremos en materia…

Con el fin de abreviar los títulos de los libros bíblicos, se suelen emplear sus siglas correspondientes. Estas siglas o abreviaturas las encontramos normalmente en una de las primeras páginas de la Biblia.

Para designar un pasaje concreto de la Biblia se siguen estas normas:

1.   Se pone en primer lugar el título del libro en abreviatura; a continuación, dejando un espacio libre, la cifra correspondiente al capítulo y, por último, separándola de la cifra del capítulo con una coma, la cifra del versículo; v. gr. Lc 3,15 se lee: evangelio de Lucas, capítulo tercero, versículo 15.

2.   Cuando se citan distintos versículos de un mismo capítulo, los versículos se separan con un punto; v. gr. Rm 5,4.8.13 se lee: carta a los Romanos, capítulo quinto, versículos 4, 8 y 13.

3.   Cuando el texto citado abarca varios versículos o capítulos, se emplea el guión (-); v. gr. Mt 6,7-13 se lee: evangelio de Mateo, capítulo sexto, versículos 7 a 13; otro ejemplo: Mt 6,7-7,5 se lee: evangelio de Mateo, capítulo sexto, versículo 7, a capítulo séptimo, versículo 5.

4.   Si se hacen varias citas de distintos capítulos o de distintos libros, se separan con punto y coma; v. gr. Mc 3,7; 5,11 se lee: evangelio de Marcos, capítulo tercero, versículo 7 y capítulo quinto, versículo 11. Otro ejemplo: Lc 10,2-8; Jn 7,14 se lee: evangelio de Lucas, capítulo décimo, versículos 2 a 8, y evangelio de Juan, capítulo séptimo, versículo 14.

5.   Si después de la cifra de un versículo encontramos una “a”, quiere decir que se cita tan sólo la primera parte del versículo; una “b” se refiere a la segunda parte del versículo; una “s” quiere decir que se están citando también los siguientes versículos o capítulos.

viernes, 1 de abril de 2011

CUARTO ENCUENTRO CON LA PALABRA




4. LAS TRADUCCIONES





Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)
1.     ¿Qué sabes sobre las traducciones de la Biblia?


Ahora sí, entremos en materia…

Lo mismo que nosotros, por desconocer las lenguas originales, nos servimos de una traducción, concretamente al español, también desde muy antiguo otros  experimentaron  la misma necesidad, y por eso tradujeron los libros bíblicos a otras lenguas.

La primera importante que conocemos es la denominada de “los 70”, traducción hecha al griego de los libros hebreos del AT por un grupo de 70 traductores en Alejandría (Egipto), para servicio de aquellos judíos de la  diáspora que ya no sabían el hebreo. Esta Biblia de “los 70”, contiene algunos libros más que la Biblia hebrea, los llamados deuterocanónicos, a los que nos referiremos más adelante.

Entre las traducciones importantes hechas al latín destacamos, en primer lugar, la llamada “Vetus latina”, hecha en el s. II, y, sobre todo, la denominada “Vulgata” o “común”, hecha  por San Jerónimo  por encargo del papa San Dámaso, y finalizada  el año 405;  se trata de una traducción hecha desde los libros originales y ha sido considerada durante muchos siglos como la traducción oficial para la Iglesia Católica de rito latino.

Son famosas las llamadas “Biblias políglotas”, que van colocando en columnas paralelas el texto en diversas lenguas; la primera corresponde a Orígenes (s. III). Famosa es la Complutense (de Alcalá de Henares) o de Cisneros, hecha en 1517, en 6 volúmenes, con  texto en hebreo, griego y latín.

J. Gutenberg 
La primera Biblia impresa apareció el año 1456, hecha por Gutenberg, el inventor de la imprenta, con texto de la Vulgata.

Las traducciones y ediciones de la Biblia se han multiplicado de forma impresionante. En 1980 estaba traducida a 1.660 lenguas o dialectos distintos; sólo en un año, 1978 por ejemplo, se hicieron 286 traducciones nuevas.

La primera traducción al castellano es del s. XIII. Hasta estos últimos tiempos no han proliferado las traducciones al español debido a las cautelas impuestas dentro de la Iglesia Católica frente a las corrientes protestantes. Hoy día hay ya muchas y buenas traducciones.

sábado, 26 de marzo de 2011

TERCER ENCUENTRO CON LA PALABRA




3. LAS LENGUAS


Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)
1.     ¿Sabes cuáles son las lenguas originales en las que se escribió la Biblia?
2.     ¿Qué sabes de esas lenguas?
3.     ¿Por qué crees que es importante saber algo sobre las lenguas originales en las que se escribió la Biblia?


Ahora sí, entremos en materia…


Todos  sabemos que la Biblia que tenemos en las manos es una traducción. Los libros de la Biblia originariamente fueron escritos  en otras lenguas;  esas lenguas fueron  tres: hebreo, arameo y griego.

EL HEBREO es una lengua semita de la zona fenicio-cananea. Es la lengua de los israelitas cuando ocupan Canaán, y es un resultante de la mezcla de la lengua del país y del arameo que ellos aportan. Después de la cautividad de Babilonia el hebreo dejó de ser lengua hablada para convertirse en lengua literaria y cultual. En hebreo está escrita la mayor parte del Antiguo Testamento.

EL  ARAMEO es también una lengua semita,  afín al hebreo,  que  se  hablaba en el área de Mesopotamia; tiene su época de esplendor con el dominio persa (arameo imperial), convirtiéndose en lengua del comercio y de la diplomacia. También se hizo lengua popular en Palestina después de la cautividad de Babilonia (s. VI a. C.); es la lengua que empleará Jesús. En esta lengua están escritos algunos capítulos de Esdras y Daniel.

EL GRIEGO es una lengua indoeuropea, que se hablaba en Grecia y que con las conquistas de Alejandro se extendió notablemente por los territorios por él conquistados. El griego bíblico es el griego común o “koiné”, resultante de la mezcla de los diversos dialectos del griego clásico. En griego están escritos algunos libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento y todo el Nuevo Testamento.

viernes, 18 de marzo de 2011

SEGUNDO ENCUENTRO CON LA BIBLIA





2. EL INDICE



Exploración de saberes previos (evaluación diagnóstica)

  1. ¿Para qué sirve un índice?
  2. ¿Crees que el índice ayuda a estructurar el proceso de lectura?
  3. Destaca otras ventajas del índice en un libro

Ahora sí, entremos en materia…

Tras el encuentro  con  el título, y una vez abierto el libro, nuestra curiosidad nos suele llevar a mirar  el índice, que es donde se especifica su contenido. En el índice de la Biblia observamos que el libro se divide en dos  grandes bloques, denominados: Antiguo y Nuevo Testamento. El primero, tanto por razón de autores como de contenidos, pertenece a los tiempos  anteriores a Cristo; el segundo contiene los libros sagrados escritos después de Cristo.
Cada uno  de estos dos grandes bloques abarca una  serie de libros que se catalogan  o agrupan, más que por motivos cronológicos, por razón de su contenido o género literario.

El Antiguo Testamento lo vemos dividido en estos cuatro grupos: Pentateuco, Libros históricos, Libros poéticos y sapienciales, y Libros proféticos (En otras  Biblias  el Pentateuco aparece formando parte de los Libros históricos).
Los libros del Nuevo Testamento se agrupan también en varias secciones, aunque algunas, sólo tienen un libro: Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis.
Este es el índice de la Biblia que tenemos en nuestras manos, pero conviene saber, ya de antemano, que no todos los que consideran la Biblia como libro sagrado tienen una Biblia como la nuestra; ello obedece a que cada uno de esos grupos religiosos tiene un “canon”, es decir: unos criterios distintos a la hora  de confeccionar la lista de los libros sagrados. De ello hablaremos más extensamente al estudiar el “canon” de la Biblia.

Continuando con divisiones: si hojeamos alguno de los libros de la Biblia veremos que, como ocurre con la mayoría de nuestros libros, está dividido en capítulos, y éstos a su vez, lo que ya no ocurre tan frecuentemente con nuestros libros, están divididos en versículos. Pero no pensemos que estas divisiones fueron hechas por los autores de los libros; fueron hechas mucho tiempo después; aunque ciertas divisiones, sobre todo para el servicio litúrgico, existían ya desde muy antiguo. La división en capítulos se atribuye a Esteban Langton (1206), maestro en París y posteriormente arzobispo de Canterbury; y la división en versículos (NT) a Roberto Estienne, impresor parisiense que, según se dice, la hizo el año 1550 durante un viaje de París a Lyon (y así le salió). Esta división en capítulos y versículos no es muy acertada, lógicamente hablando,  pero es útil  para el manejo y lectura de la Biblia.